en que consiste la economía colombiana: la economía colombiana luce más vulnerable que sus pares a un menor flujo o salidas de capitales, situación bastante probable dado el contexto externo. Sin embargo, la dinámica exportadora de los países con superávit obedece en mayor medida a precios de las materias primas históricamente altos y menos a una sofisticación de los productos de exportación.
Como lo menciona Ocampo (2007), el excepcional crecimiento en América Latina ha estado determinado por la convergencia de dos elementos, altos precios de las materias primas y condiciones de financiamiento externas favorables. Al respecto Österholm y Zettelmeyer (2007) calculan que entre el 50% y 60% del crecimiento económico en América Latina entre 1994 y 2006 estuvo explicado por factores externos.
Estos autores muestran además como Colombia es más sensible, en términos de crecimiento del PIB, a incrementos en la aversión global al riesgo mientras que Perú, Chile y México lo son a caídas en los precios de las materias primas.
Entonces, ¿cómo puede desenvolverse la economía colombiana ante este viraje de las condiciones externas?
La literatura sobre las crisis de balanza de pagos y las crisis financieras es amplia. Los hechos estilizados de las crisis de los noventa (Tornell y Westermann, 2005), muestran que estos eventos estuvieron antecedidos por crecimiento acelerado del crédito, deterioro de la cuenta corriente, apreciación de la tasa de cambio real y abundancia de capitales. Elementos presentes en la coyuntura colombiana.
Lo anterior llevaría a pensar entonces que con el choque externo negativo que supone la crisis de los mercados financieros originada en EE.UU sería inevitable que la economía colombiana entrará en recesión.
Sin embargo, hay hechos notables sobre los cuales se ha hecho poco énfasis y que sugieren que si bien la economía colombiana crecerá menos debido a la situación externa, de ninguna manera enfrentara una recesión. Un aterrizaje suave, en palabras de Greenspan, parece bastante probable.
El primer hecho importante es que aun cuando la cuenta corriente se ha deteriorado, la magnitud y velocidad a la que lo ha hecho es a todas luces inferior a la sufrida durante los noventa. Es decir, la economía ha crecido más rápido, la inversión casi se ha duplicado como porcentaje del PIB y el déficit en cuenta corriente hasta ahora ha llegado a 3.4% del PIB, lejos del 6% y 7% alcanzado en la primera mitad de los noventa cuando crecíamos menos.
El segundo punto importante es que si bien la tasa de cambio real se ha apreciado, impulsada principalmente por la apreciación nominal, no hay evidencia contundente que señale que esta se encuentra sobrevalorada. Los estudios recientes del Banco de la República (Echavarría, López, Misas, 2007) así lo muestran.
La relación de transables y no transables tampoco apunta en la dirección de una gran apreciación. Por último, después de la recesión de 1999 la productividad ha crecido a registros históricamente altos y por lo tanto estaría operando el conocido efecto Balassa-Samuelson.
Así, lo que se estaría observando son desalineamientos temporales ocasionados por los diferenciales de tasas de interés que gracias a la flexibilidad cambiaria se corrigen en menor tiempo que en los regímenes fijos y semi fijos del pasado, donde era necesario devaluar, ocasionando así un sesgo inflacionario en la política además de ir en detrimento de la credibilidad del régimen.
En relación al endeudamiento habría que decir que el acelerado crecimiento del crédito ha empezado a dejar de ser una preocupación, pues este se ha venido desacelerando continuamente. La actuación preventiva del Banco de la República, así como los mejores esquemas de evaluación del riesgo al interior de las entidades crediticias han resultado satisfactorios en este frente.
Por su parte el endeudamiento externo, que por un largo periodo había estado por fuera de las preferencias empezó a tornarse atractivo justo antes del comienzo de la crisis financiera en EE.UU.
Endeudamiento externo con bancos por plazos (USD millones)
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